Diana temprano para llegar pronto a Edinburgh. A las 10 estamos en el cámping, ¡noticia! no hay plazas en unos 50 km alrededor, por si no me ha quedado claro porque pongo una cara un poco rara, viene una chicona del staff y me lo repite en perfecto español. Sugiere que probemos en la zona de playas a unos 50 km y que si conseguimos algo vengamos a la ciudad en tren. Seguimos su consejo y al llegar a North Berwick dejamos la auto en el parking de la estación, preparamos las mochilas (llueve a mares) y vamos a comprar los billetes. ¡Sorpresa! el señor de los periódicos me informa amablemente de que la vía está cortada por las intensas lluvias y que debemos acercarnos hasta la estación de Prestonpans desde la que ya pueden circular. De camino paramos en Gullane un pueblecito diminuto y precioso dedicado exclusivamente al golf, hay más hoyos que habitantes. Compro un gorro impermeable para la lluvia. A las 14 horas llegamos a Edimburgh. Salir de la estación subterránea y ver aquello impresiona, preciosa. Paseo por la Royal Mille famosa, visita al castillo, comida en un pub (comienza a gustarnos eso de comer en los pubs), compra de camisetas de fútbol (Celtic y Rangers), paseo por Dean Town, tren y vuelta a la furgo. Lo intentamos en algún cámping más, pero resulta imposible. Además, de manera incomprensible, el ayuntamiento cerró hace un tiempo los Park & Rides a las auto, por lo que decidimos marchar hacia otros lares más receptivos a las autocaravanas. Eso no quita para que la impresión que nos causa Edimburgh como ciudad sea inmejorable. Tomamos la M-90 hacia el norte (el Loch Ness nos espera) y tras pasar junto a nombres sugerentes como Glenrothes paramos a dormir en un área de servicio. Lola se ha comprado una tetera de las que pitan en una tienda de material de montaña, es más pequeña que las normales y de aluminio, una pasada vamos.
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